
…”La aventura que voy a relatarles punto por punto se parece bastante al sueño de un hombre despierto. Todavía estoy aturdido y embelesado a un tiempo, y el suave trepidar del coche cama seguirá vibrando, probablemente hasta mañana, en mi columna vertebral. Hace exactamente trece días que abandoné las orillas del Oise para tomar el tren rápido a Oriente en la estación de Estrasburgo; en esos trece días, es decir, menos tiempo del que necesitaría Madame de Sévigné para ir de París a Grignan, fui hasta Constantinopla, me paseé, me instruí y me divertí, y regresé sin sentir fatiga alguna, dispuesto a partir mañana de nuevo, por el mismo medio, hacia Madrid o San Petersburgo. Y adviertan que hicimos una parada de veinticuatro horas en esa Francia oriental a la que llaman Rumania, que acudí a la inauguración de un palacio de verano en los Cárpatos, que tomé el té con un rey y una reina, y asistí a un banquete suntuoso en casa del Bignon de Bucarest. Se dice, con razón, que nuestro tiempo es fértil en milagros. No he visto nada más sorprendente que esta odisea cuyo polvo cubre aún mi sombrero. “…
De Pontoise a Estambul, 1884.
Parodia de la célebre obra de Chatobriand, Itinéraire de Paris à Jerusalem.
Edmond About (1828
Dieze -1885
Paris). Escritor irónico y cáustico, periodista sagaz -que fundó su propio diario
Le XIXe Siècle-, de pluma repleta de humor y rodeado siempre de polémica, demócrata anticlerical, fue uno de los invitados al viaje inaugural del
Orient-Express en 1883, a pesar de que la línea aun no estaba terminada y una parte se realizase navegando por el
Danubio y luego por el mar
Muerto.
Otro de los grandes personajes retratados por
Nadar y que descansa en el famoso cementerio parisino
Père Lachaise, con gran escultura de
Gustave Crauk.
Ahora recuerden que estamos en el siglo XIX, la higiene personal aún era una utopía y los viajeros tenían como referencia las pesadas diligencias que saltaban por los polvorientos y pedregosos caminos, o los trenes locales con vagones de ocho plazas donde, como dice About, cabían muy mal cuatro personas. En los formidables y flamantes coches cama del Orient-Express se cambiaba la ropa cada día, y las sábanas hacían un agradable olor a detergente. Se disponía de dos aseos para cada veinte personas, vagones iluminados a gas, aireados y un restaurante donde se ofrecía a diario, los majares y caldos de los países que atravesaban, en ocasiones una orquestales esperaba en una de las estaciones y subiendo al tren proseguían la fiesta.

La estación de Sirkeci diseñada por el arquitecto alemán Jasmund.
Mi contacto con la estación fue el primer día, un minibus nos fue distribuyendo por los diferentes hoteles desde el aeropuerto, en una de las paradas, mi hotel era el último del recorrido, paramos junto un pequeño quiosco de comida, el conductor estaba hambriento y yo también, mientras esperábamos a la guía, nos comimos unas deliciosas salchichas picantes, con la boca llena, el conductor me dijo algo de lo que solo entendí “Orient-Express” y me señaló una vieja y destartalada estación de trenes.
Por supuesto volví al día siguiente. Había un tren a punto de partir, la entrada poco recordaba el esplendor de antaño, un restaurante de lujo llamado Orient-Express, grandes habitaciones vacías y por fín para mi sorpresa, un pequeño museo.
Un señor leía solitario el periódico en una mesa de despacho, supongo que como el resto de objetos de la sala, reliquias del famoso tren. Fotografías, recortes de periódicos, uniformes, viejos faroles, campanas, relojes, tornillos, maquetas, máquinas de escribir de inusitadas proporciones, sellos, tampones... Di dos o tres vueltas a aquel santuario, tomé varias fotos y saludé de nuevo al señor del periódico que iba ya por la página de los deportes.

El pequeño museo de la estación.

Tanto la estación de Sirkeci (1890) como el hotel Pera Palas fueron construidos especialmente para recibir a los pasajeros del Orient-Express. La línea funcionó bastante mal pasada la guerra fría, solo dos veces a la semana sin siquiera coche restaurante, hasta 1977 cuando hizo su último viaje.
Antes de mi llegada pensaba que había tenido la gran suerte de alojarme en el hotel Pera Palas, (ingenuo de mi), luego resultó que estaba justo en frente y que se llamaban Pera por lo menos cuatro hoteles de la zona. El Palas está cerrado hasta el próximo verano, una reestructuración completa lo ha desmontado por completo, tendremos que esperar una nueva ocasión para poder tomar un combinado en su lujoso bar Grand Orient y pensar que en ese mismo lugar pernoctaron Mata Hari, Greta Garbo, Jackie Onassis, Sarah Bernardt, Josefine Baker o Agatha Christie, hasta incluso se podía visitar su habitación que seguía igual que entonces.

Hotel Pera Palas.

Botellón en Beyoglu al atardecer, a la derecha la manzana del Pera Palas.
Etiquetas: Ciudades, Estambul, Orient-Express