Aveiro. Portugal a todo color.

Un canal de Aveiro.

La pequeña localidad costera de Aveiro tiene una curiosa historia, en el pasado fue un importante puerto pesquero, la salinas, y la pesca del bacalao en Terranova la hicieron floreciente en el siglo XV. Pero en 1575 una enorme tormenta taponó y enarenó el puerto, convirtiendo los alrededores en las marismas de hoy día, los mosquitos y las aguas insalubres diezmaron la población. Hasta el siglo XIX no recuperó su antigua prosperidad.

En 1808 se abrió un acceso al mar la Barra Nova, que aún se utiliza como salida. De todos los barcos que la cruzan, los mas impresionantes son los coloridos moliceiros utilizados para recoger moliço (algas) utilizado como fertilizante.
En la actualidad los modernos abonos químicos han reducido la demanda de algas y el número de embarcaciones, relegadas a las fiestas locales o al disfrute de los turistas. Una vez mas venos como el turismo por un lado, disminuye la autenticidad de los lugares, pero a su vez retarda la desaparición de algunos ejemplos concretos de cultura popular.

Moliceiros.

Las decoraciones de los moliceiros son de un humor tosco y noble, como aquellas picardías utilizadas en los adhesivos para los cristales de los coches en los sesentas.

Playa de Costa Nova con su elegante faro.

El Atlántico.

Cabo da Roca. Latitud 38º 46´ Norte / Longitud 9º 30´ Oeste.

Miren bien la primera fotografía, aunque no se aprecie, en este punto empieza -o termina- el continente europeo. Es el Cabo da Roca, el punto mas occidental de Europa.

El Océano Atlántico es un mar frío y muy bravo, nada que ver con el Mediterráneo por ejemplo, los gallegos lo saben muy bien. “Tiene forma de S y una extensión cercana a los 80 millones de Km2, el océano mas importante de la tierra desde el punto de vista comercial” como dice la Enciclopedia Libre Universal de la red. Esa tarde hacía un viento que se te llevaba. Siento no poder mostrar ninguna fotografía del famoso faro que corona este punto, ya que están de restauración, a tal grado que su cúpula metálica roja descansaba en el mismo suelo.

Aquí intenté en vano ver un nuevo rayo verde, las nubes bajas lo impidieron.

Dejando atrás Lisboa y alrededores tomo rumbo norte hacia tierras desconocidas.
Mención especial las modernas autopistas lusas; no hay apartaderos, ni zonas de descanso, ni baños, ni siquiera tiendas, ni gasolineras. Eso si en algún tramo parecía que allanaban el terreno para construir alguna.

La playa de Nazaré desde el mirador del Sitio.

Las playas a la derecha del Sitio.

Belém.

El Tajo desde La Torre de Belém.

Bajando por el Tajo hasta la desembocadura al mar, encontramos este apartado barrio de Lisboa. Pura historia de la ciudad, desde aquí partían las carabelas en busca de nuevas tierras y aquí se hayan los mejores ejemplos arquitectónicos del exótico estilo manuelino, el Monasterio dos Jerónimos y la Torre de Belém.

El Ponte 25 de Abril visto desde la Torre.

La Torre de Belém es uno de los dos pequeños baluartes que protegían la entrada del río. Se puede visitar en su totalidad ahora recién restaurada, en mi última visita a la ciudad estaba en el orilla, las obras han intentado devolver su aspecto original, ya que hasta el siglo XIX se encontraba alejada de la costa. Si tienen claustrofobia no suban por su escalera de caracol, aunque no podrán visitar los salones superiores y la azotea.

La Torre de Belém.

Despreciando el horroroso Monumento a los Descubrimientos, que nos recuerda que ya hace cinco siglos que los portugueses eran los amos del mundo, hice una breve parada frente al monumento al viaje de Carlos Viegas Gago Countinho, que junto a Artur de Sacadura Freire Cabral completaron la primera travesía aérea hasta el Atlántico Sur, llegando a Río de Janeiro en diversas escalas, a bordo del hidroavión Lusitania en 1922, participando así en las conmemoraciones del primer centenario de la independencia de Brasil.

Reproducción del Lusitania a punto de partir.

Parada obligada en la Antiga Confeitaria de Belém, un café del siglo XIX donde se hacen y degustan los famosos pastéis de Belém populares en todo el país. Unas deliciosas pastas de hojaldre rellenas de crema de las que estoy "enamorao".

La cocina de la Antiga Confeitaria de Belém.

Discos de vinilo. (Paralelismos 2)

La Baixa. Lisboa.

De regreso de casi todos los viajes suelo traer cajitas de cedés. La música es algo que me apasiona y me acompaña siempre que estoy en casa. A pesar de ya no saber donde ponerlos y como clasificarlos para encontrarlos los sigo coleccionando.
No fue el caso de Portugal, el fado no me interesa, con varias actuaciones en directo tuve suficiente, lo que si me hizo mucha gracia fue encontrar tiendas donde se vendían, única y exclusivamente, discos de vinilo. Ya hemos dicho que una de las características del país es un cierto anclaje en pasado, la tienda en cuestión era un auténtico túnel del tiempo, tanto por la decoración, como por el tocadiscos que utilizaba el dependiente.

Bairro Alto. Lisboa.

Escaparate en la Baixa. Lisboa.

Ya sabía que la música en Irlanda es muy popular, hay músicos casi en todas las familias, y los jóvenes aprenden a cantar desde muy pequeños por cuestiones religiosas.
Lo que no había constatado era la cantidad de tiendas de instrumentos y música que había en Dublín. Allí también encontré un gran número de locales con discos de vinilo, especialmente uno muy curioso en Temple Bar, justo en el pasaje que conduce al famoso puente Ha´penny, la pequeña tienda Mojos Records con unas fotografías en blanco y negro de unos jovencitos U2 y el siguiente texto; “U2 esperando que abriera esta tienda 1980”.

Freebird Records. Dublín.

Bordeline Records. Temple Bar str. Dublín.

En Nueva York ya esperaba encontrar cosas difíciles de localizar, lo que no sabía era que fueran tan económicos al cambio, así que Big Mama Thornton con la banda de Muddy Waters (1966) y el “Buck Jamp” de The Dirty Dozen Brass Band se vinieron conmigo, también algunos de Nick Cave y de John Coltrane que me faltaban. Ni que decir que en el Village se pueden encontar gran cantidad de tiendas con dependientes tipo "High Fidelity" (2.000), el film de Stephen Frears sobre el libro de Nick Hornby.

El verano pasado en Ámsterdam.

Feira da Ladra. (Paralelismos 1).

Feira da Ladra.

Si visitan ustedes Lisboa un martes o un sábado, tendrán la oportunidad de recorrer este singular “mercado de los ladrones”. Esos días los alrededores de la Plaza Campo de Santa Clara en Alfama se ven ocupadas literalmente por decenas de vendedores, que exponen sus mercancías en el suelo, sobre la acera, o en algunos improvisados tenderetes.
Zapatos, ropa de todas las épocas, azulejos, máscaras africanas, transistores, llaves, sombreros de copa, joyas, cualquier cosa tiene allí su precio.

Las gangas cada vez son mas difíciles de encontrar, yo salí muy contento con una cajita de lata para poner mis postales por dos euros, aunque una gitana que estaba junto al vendedor, seguro pensó que estaba loco de remate por pagar esa cantidad o por no haber regateado, no me quedó claro.

Allí también encontré una imagen de este par de angelitos, la parejita desde hace algunos años me persigue y cuando me topo con ellos los fotografío.

Dublín.

Burgos.

Figueres. La ciudad de Salvador Dalí.

El Barrio Gótico barcelonés.

Cositas que no deben perderse si…

Chapitô.

Cositas que no deben perderse si…

visitan Lisboa.

Cuando suban a Alfama, hagan una pequeña visita al Castello de Sao Jorge, hay unas estupendas vistas de la ciudad, el río y los puentes. Paguen la entrada y den una vuelta por el interior, y no se pierdan TORRE DE ULISES. Allí podrán observar Lisboa en 360 grados a través de un sencillo periscopio, que les mostrará la ciudad en movimiento a tiempo real como un gran mural. Cuentan que Ulises fundó la ciudad de Lisboa.

De bajada pueden parar a comer en la terraza del Chapitô, en realidad es una escuela de circo y de teatro, si tienen suerte a lo mejor hay una actuación al aire libre, la comida sencilla pero sabrosa, también barbacoas y cócteles. Y al final lleguen hasta la interesante Casa dos Bicos.

Casa dos Bicos.

No dejen de observar atentamente sus fachadas y sus carteles publicitarios con sus viejos neones, hay perlas difíciles de encontrar en otros lugares.

Cuando suban al Chiado tienen que tomar un café en A BRASILEIRA, café con fachada art nouveau e interior espectacular, en la terraza se pueden sentar junto al señor Pessoa, cliente fijo del local incluso después de muerto.

Rua J. Das Regras.

Café A Brasileira en Rua Garrett.

Y por supuesto hoy no se pierdan la luna llena de septiembre.
Ya saben.
Si hoy es 15 de septiembre toda luna llena.

La encontré en Google.

El alma portuguesa.

Mural en Alfama.

Al hilo de lo que se decía por aquí estos días, apareció una entrevista de Victor-M. Amela al escritor portugués José Luís Peixoto en la VANGUARDIA (4.9.08)
Y que Ta me remitió sin dilación.
Aquí tienen un fragmento.

¿Cómo ve usted el alma portuguesa?


Oscila siempre entre la euforia y la depresión.


¿Y el Alentejo?


Me entristece ver que sigue como hace veinte años. Al turista le arroba, pero la gente tiene que vivir ahí cada día…


 Si Portugal fuese una persona, ¿cómo sería? 

Una persona a la que me gustaría conocer. Un buen amigo.


¿Será usted un día uno de esos viejos alentejanos?


La vejez es experiencia, y ese es el tipo de conocimiento que quiero, en el que creo y que busco, no el de los libros. Por eso yo anhelo ser viejo. Ser un viejo tranquilo: esa es toda mi aspiración.

Un bar del Bairro Alto.

En Lisboa podemos encontrar muchos ejemplos del alma portuguesa, de esa dejadez que hace que todo se caiga por su propio peso.
Sus magníficos azulejos medio abandonados, deteriorados y últimamente robados a cientos, testimonio cruel de un pasado mejor. Mientras en las plazas, los hombres siguen jugando a las cartas o al dominó, a la sombra de árboles centenarios.

Praça do Príncipe Real.

El enorme cedro de la Praça do Príncipe.

En la guía de la ciudad que yo utilicé, se define a su magnífico Jardím Botânico de la Baixa así; “tiene un estudiado aire de abandono”. Los lugareños piensan simplemente que está medio abandonado, los dos jardineros con los que yo me crucé, tenían mucho mas trabajo del que pudieran hacer en todo el año.
No obstante a mi me gusta ese aspecto, los jardines demasiado relamidos no me atraen, prefiero los caminitos de tierra y detenerme unos segundos a oír respirar al Ginkgo biloba –verdadero fósil vivo del Paleozóico-, o contemplar en silencio los Ficus sycomorus, alzar la vista hasta las copas de las Washingtonias y oler el perfume de las magnolias.

Jardim Botânico.

En la ciudad hay otros muchos jardines interesantes con muestras de árboles y plantas traídas de las colonias, como el Jardím Agrícola Tropical de Belém.

Bajando del Bairro Alto (en amarillo).

Elevador da Gloria.

Una librería de viejo en el Alto.

Bueno bajar es siempre mas rápido, aunque después de frecuentar los bares y restaurantes de la zona, hay que ir mas despacio y con mas ojo, para no tropezar con el agujereado pavimento o los raíles.

El Elevador da Gloria es una buena opción, pero yo prefiero las calles con escaleras cercanas a la estación del Rossio, con las mesas de los restaurantes en medio de la acera y buenas vistas de las ruinas de la Igreja do Carmo y el Castello de Sao Jorge.

Rua Garrett.

Cenar bién en Lisboa, (en amarillo).

Post dedicado a casi en serio y su series fotográficas.

Subir de la Baixa al Bairro Alto.

Elevador de Santa Justa.

Esta postal apareció hace mucho en un Postaler.
La foto es de Agnés Varda, ¨la abuela de la Nouvalle Vague”, aunque ella siempre se ha considerado fotógrafa. El texto decía.
“En la postal vemos el Elevador de Santa Justa, también conocido como Elevador do Carmo, construido a principios del XX por el arquitecto francés Raoul Mesnier du Ponsard, un aprendiz de Eiffel. Uno de los elementos mas interesantes y sorprendente, de la Baixa, un ascensor para subir al Barrio Alto y coronado por un café que sirve también de mirador, con magníficas vistas desde la plataforma superior. El incendio que destruyó el Chiado en 1988 fue extinguido muy cerca del elevador afortunadamente.“

La primera vez no subí en el ascensor, esta no me lo podía perder, y en el pequeño café superior había espacio incluso, para un guitarrista con sus aparatos tocando a los Eagles. Las vistas son realmente estupendas si te podías hacer con un buen sitio en la barandilla, además la noche era magnífica. La televisión portuguesa se hacía eco del incendio mencionado al cumplirse los veintes años del trágico suceso.

Vistas desde el elevador.

Callejeando por el oscuro Barrio Alto, repleto de bares, restaurantes con o sin fado, y ahora modernas tiendas de regalos de diseño.

Lisboa. Los eléctricos.

Lisboa tiene ese extraño encanto, de ciudad que se detuvo en el tiempo. A pesar de los esfuerzos de modernidad, da el aspecto de desmoronarse por momentos. Sus numerosos edificios en muy mal estado o ruina completa, su singular adoquinado repleto de socavones, los maniquíes de las tiendas de los años sesenta, sus increíbles neones y las caligrafías de sus negocios...

La catedral románica; La Sé.

Pero si hay algo que caracteriza esta ciudad, son sus tranvías. Bueno aquí hay que diferenciar que el eléctrico o tranvía no tiene nada que ver con el elevador, que puede ser un funicular o un ascensor.

Stencil en Alfama.

Subir a Alfama en los viejos eléctricos es una experiencia que nos transporta directamente al pasado, y no van tan lentos como se pudiera pensar, aunque en ocasiones tienen que detenerse porque alguna furgoneta hace su reparto estacionada justo en medio de la vía. El Elevador da Gloria -lo vimos en la primera entrega- es perfecto para los que quieren llegar al Bairro Alto sin ninguna prisa. Y subir en ascensor es ya toda una aventura.

Bajando de Alfama.

Praça do Comércio.

Elevador da Bica.

Alfama.