
La elección de Ámsterdam para el último viaje no fue muy premeditada, buscaba un sitio cómodo para pasear, donde no hubiera estado antes. El trabajo alimenticio terminó de repente y se me abalanzaron -una vez mas- las vacaciones. Una visita rápida a mi agencia de viajes preferida y en cinco días por allí estaba, de todas maneras hacía mucho que tenía una cita pendiente con Vincent y desde principios del 2006 con Ana.

Los dos encuentros fueron muy especiales, muy emotivos, intente que fueran el primer día nada mas llegar. El Van Gogh Museum esta muy cerca del hotel, así que tras dejar las maletas allí estaba yo, la mayor colección de obras de Vincent del mundo. Los girasoles (1889) nunca me han indeseado especialmente, pero su “Irises” (1890) me emocionan, esos lirios azules me ponen la piel de gallina. Y sobre todo sus autorretratos, -supongo que la mayor parte de mi obra fotográfica proviene de aquí-. Como colofón observar de cerca cada una de las pinceladas de “Campo de trigo con cuervos” (1890) es toda una lección magistral de vida.
Pequeña gran desilusión; el dormitorio de Arlés (1888) estaba retirado eventualmente.

Van Gogh Museum.

Leí el “Diario” de
Ana Frank hace un par de años, cada día deseaba que llegara la noche para meterme en esa casa, con la familia y el resto de escondidos.
Tras visitar a
Vincent caminé hasta
Princengratht 263;
Anne Frank Huis. Había una cola increíble, así que decidí volver otro día con mas tiempo.
Una hora exacta de cola hasta llegar a la entrada, es el museo mas visitado de la ciudad, en la espera me entraron algunas angustias y remordimientos, pero yo deseaba traspasar la entrada secreta de la casa de atrás, ver la habitación donde –como decía
Paul Auster en uno de sus libros- “aquí había escrito Ana su diario”. El museo es simplemente perfecto, todo medido y cuidado hasta el último detalle, alejándose del típico trabajo “parque temático” del horror y sin entrar en sensiblerías ni golpes bajos. No hay muebles, no hay puesta en escena, las ventanas están cubiertas con telas que no dejan pasar completamente la luz para recordar como se vivía allí en la clandestinidad. Algunas vitrinas, algunos objetos, el primer diario de Ana, las fotos que colgó en la pared, los escalones gastados, el WC de cerámica decorada, el espejo del baño donde se reflejaban sus rostros cansados cada día.

El primer diario de Ana.

“La pequeña habitación de Margot y mía, sin nada en las paredes, tenía hasta ahora un aspecto bastante desolador. Gracias a papá, que ya antes había traído toda mi colección de tarjetas postales y mis fotos de estrellas de cine, puede decorar con ellas una pared entera, pegándolas con cola. Ha quedado muy, muy bonito”.
Ana Frank, 11 de julio de 1942.

Entrada secreta a la casa de atrás.
Fotografías tomadas de postales del
Anne Frank Huis.
Y por supuesto una gran librería donde se vende un único libro, eso si, en casi todos los idiomas del mundo.
En la cafetería había una curiosa exposición de la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra -en esta ciudad hay exposiciones de fotografía por todas partes- Rineke se dedicó a visitar escuelas de diversas ciudades, haciendo retratos de muchachas de la misma edad que Ana al morir; Tel Avid, Pisa, Milán, Berlín y Barcelona. Casi todas reconocibles, especialmente las catalanas; una de la chicas lleva una camiseta con el texto; “La inteligencia me persigue pero yo soy mas rápido”.

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