Mis souvenirs 3

El Bosque de Cirios. Baja California, México.

Ya les he hablado en otras ocasiones, de la singular huella que dejaron los dos viajes a Baja California México, por el lugar, por los amigos que me acompañaron y por todo lo extraordinario que allí sucedió. Supongo que estarán de acuerdo conmigo que los verdaderos “souvenirs” no regresan en las maletas, sino en el recuerdo de cada uno de nuestros cinco sentidos, unos mas complicados de recordar que otros, como es el caso del olfato que es necesario volver a experimentar para repetir la misma sensación.

De los desiertos de la Baja me traje muchas sensaciones; esa naturaleza hostil que las plantas y animales torean día a día, esos cielos azules y esas nubes algodonosas enormes. Uno de mis trofeos mas preciados es un pequeño esqueleto de cactus que muestra claramente como hace la planta para expandirse, toda una lección de arquitectura.

El esqueleto de cactus,
tapones de cerveza -TECATE, PACIFICO-
y unos pesos con su águila y su serpiente.

En el primer viaje -de regreso a Los Cabos- hicimos parada en La Paz, esa curiosa ciudad a orillas del Mar de Cortés, coincidió con los carnavales y sus calles estaban engalanadas y repletas de atracciones de feria, la que mas nos llamó la atención fue una especie de Lotería -un Bingo popular- con sillas y mesas a la orilla del mar. Compramos unos cuantos cartones y nos sentamos junto a los lugareños. Mientras nosotros nos volvíamos locos buscando las figuras que cantaban, alguien nos daba una mano mostrando cual era El Catrín, El Cotorro o El Cantarito. Por supuesto al final de la partida no devolví los fantásticos cartones.

Cartones de Lotería de La Paz. B.C.S.

Pero sin lugar a dudas el mejor y mas preciado recuerdo del segundo viaje, llegó a casa en la punta de nuestros dedos. Siempre recordaremos la suavidad del lomo de esa pareja de ballenas grises que decidieron llegar hasta nuestra panga -la barca- para saludarnos. La hembra hizo las correspondientes presentaciones y le mostró a su cría que los humanos no somos tan malos como parecemos. Incluso en momentos puedo recordar el aliento del bebé de mas de cinco metros y se me llena la cara de agua salada. Nada mas llegar descargó el aire de sus pulmones y su surtidor en mi rostro.

Bahía de San Ignacio.