El Ingenioso Hidalgo

Mota del Cuervo, suroeste de Cuenca, en plena Mancha.

Estos días de intenso laburo, ante la imposibilidad de escaparme a ninguna parte, he estado viajando bajo la mano diestra de Don Miguel un poquito cada noche.

La Ciudad Encantada de Cuenca.

Nunca había leído “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha” entero, solo algunos capítulos y les puedo asegurar que la fama del libro es bien merecida y sus personajes dignos de la atención que han recibido. En mis viajes por la meseta había visto con agrado como la profecía de Miguel de Cervantes con sus dos personajes se había cumplido; no hay venta, restaurante, posada, hotel o tienda castellana que no reproduzca la imagen de este inolvidable par. Mis visitas esporádicas a Alcalá de Henares, Madrid, Toledo, o Cuenca así lo constataron y en mis veloces pasos por tierras de la Mancha -Ciudad Real, Albacete- pude contemplar los paisajes por los que pasaron el Hidalgo y su fiel escudero; tierras yermas y profundas selvas como se dice en el texto.

Trigesimocuarta edición de la colección Austral.

Así casi en tiempo real, en unas pocas semanas he viajado de la mano de estos singulares filósofos –Don Quijote cuando andaba cuerdo y Sancho cuando hilvanaba ristras de refranes-, sabiduría popular y de la experiencia. Así estos días he visitado no solo tierras de la Mancha como todo el mundo sabe, sino la frontera con Sierra Morena y sus bandoleros, la ascensión a Zaragoza, -reí con las razones del Hidalgo para no entrar en esa ciudad- y celebré su llegada a Barcelona, donde es trágicamente derrotado, he visto sus puertos y sus playas de antaño y la chiquillería que por aquella época ya hacía estragos.

Barcelona en la época del Quijote.
El malecón de arena de la actual Barceloneta
y al fondo Santa María del Mar, la catedral de los pobres.
Maqueta en el Museo Marítimo de Barcelona.

De la calidad del texto no hay duda, su florido y preciso castellano, sus leves pero puntuales descripciones con un mínimo de palabras, sus chispeantes diálogos y sus divertidas travesuras, el juego del autor con el propio manuscrito y la intervención de un traductor árabe que lo transcribe o posible autor de la historia (Cide Hamete Benengueli). Y también ese juego con la popularidad del las aventuras ya publicadas en vida de los personajes ficticios y sus consecuencias. Todo ello nos lleva a pensar que ya en este libro están Julio Cortázar, Borges, Bioy Casares y tantos otros maestros en darle varias vueltas de tuerca a la realidad.

Como ejemplo del genio del escritor miren sino el título de estos capítulos:

Cap. VII. – De lo que pasó don Quijote con su escudero con otros sucesos famosísimos.
Cap. XXVIII. - De cosas que dice Benengueli que las sabrá quien leyere, si las lee con atención.
Cap. LIV. – Que trata de cosas tocantes a esta historia y no otra ninguna.
Cap. LXVII. - Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer