Mi abuelo Teodoro

Ayer me di cuenta que todos los 7 últimos post empiezan por la letra P.

Mi abuelo Teodoro, el padre de mi madre era de la Rioja, -si amigo Reaño; de la tierra del vino- de un pueblo pequeño de letras milenarias. San Millán de la Cogolla donde está el monasterio. En su época tenía dos alternativas; el campo o el monasterio, y si eras inteligente escogías el monasterio y te daban una buena educación, después antes de ordenarse, partían para Madrid o Barcelona. Así es como nació mi madre en la capital catalana. Desde pequeño oía las historias que contaba la abuela, su mujer, porque él casi nunca explicaba nada de lo mucho que sabía. Por mi abuela me enteré que Teodoro y su fiel amigo Carmelo –antes que un tranvía le cortara ambas piernas-, habían partido un día de juventud a conocer Paris, que en aquella época era sinónimo de modernidad, cultura y también de fiesta y jolgorio como no. Así que allí partieron para ver si era verdad que las chicas del Can Can se levantaban las faldas de esa manera tan especial porque no llevaban ropa interior.

Desde siempre los viajeros han contado maravillas de ciudades especiales como esta, en épocas de escasa comunicación, los comentarios de los que regresaban eran muy importantes, así podemos ver como exagerarían algunas cosas y otras parecerían tan increíbles que las darían por invenciones, hoy he recopilado unas cuantas imágenes de cosas curiosas, esa cosas que te hacen detener en el camino a observarlas detenidamente.

Un guía japonés explica la historia de la catedral de Notre Dame a sus compatriotas, no podemos entender nada de lo que dice, pero solo ver su rostro y el movimiento de las manos ya nos hace pensar en cosas extraordinarias.

Nuevos edificios de arquitectura singular, la fachada es un jardín.

El gran tamaño de la Tour Eiffel repleta de turistas que desean fotografiarse junto a ella.

En casa hemos visto muchas veces máquinas que dispensan café, bocadillos, bebidas, hasta libros en el metropolitano de Barcelona, pero y ¿ramos de flores?.