Llegando a Portugal, Évora.

“Para algunos vivir es galopar
un camino empedrado de horas,
minutos y segundos.

Yo más humilde soy
y sólo quiero que la ola que surge
del último suspiro de un segundo,
me transporte mecido
hasta el siguiente”.

Siempre que cruzo Extremadura me acuerdo de este texto de Santos Isidro Seseña, que recita como nadie Robe Extremoduro en su canción “Salir”.

La primera cita del nuevo periplo estaba en tierras portuguesas, pero hice noche en Talavera de la Reina, y de allí la ola me trasportaría mecido a los alrededores de Évora.

El crónlech de Almedres.

Ya conocía el lugar pero no podía resistir la tentación de volver a disfrutar del impresionante crónlech neolítico de Almendres y del menhir cercano. Las pedras talhas como se conocen allí, datadas entre el 4.000 y el 2.000 a.C.

El menhir de Almendres de 2,5 metros de alto, hace de cota al crónlech, unos cientos de metros mas arriba de la colina, el menhir se haya ahora en el terreno de una cooperativa agrícola, pero hay un camino bien señalado que lo permite visitar.

El crónlech está formado por 95 piedras elípticas, es decir es una formación estructurada de menhires, se supone que dedicado al culto solar o a la vez un calendario preciso. Desde la cima de la colina se divisa el horizonte, en los amaneceres de los solsticios debe de ser impresionante.
Si quieren visitarlo no se pierdan como yo, recuerden que hay indicaciones a la salida de Évora en la N114.

El menhir de Almendres.

Dejé para otra ocasión el enorme dolmen de Zambujeiro, y la capilla-dolmen de Sao Brisos de las que ya les hablé hace tiempo. Y así conduciendo bajo el intenso calor del Alentejo, llegué a la siguiente cita.

(seguimos)