POSTALER 37

Napoli. Panorama da Villanova.

Cuentan que Ulises a su paso por la isla de Capri –otra isla volcánica-,
“se tapó los oídos para resistir la tentación de las sirenas, pero no se vendó los ojos para poder ver el espectáculo natural del golfo de Nápoles”.

Nuestra nave ha recalado en el puerto de Napoli para contemplar con tranquilidad su golfo y el perfil de sus volcanes. Hay que descender sin pausa pero sin prisa. La Campania nos espera. Nápoles con su tráfico ruidoso de bocinas que no cesan, sus motos con dos, tres, o cuatro pasajeros mas el equipaje. Ciudad de empinadas escaleras, viejos adoquines y calles estrechas, de ciudadanos amables de sonrisa fácil que no pueden hablar sin llamar la atención y gesticular efusivamente. Bajo la sombra de la Camorra tras los porticones hay que salir a probar sus pizzas sin mas dilación.

Da Manfred.

Y como nuestro destino es el punto mas álgido de la bahía, en el camino hay que hacer un alto en una ciudad cercana, pero no en la actual, sino en lo que hay a sus pies, en parte arrancada trabajosamente de la dura lava. La ciudad de Erculano que al contrario de Pompeia –de la que ya hablamos en otra ocasión- no fue cubierta de ceniza, sino de coladas viscosas, la construcción de la nueva ciudad en el mismo punto, hace imposible su completa restauración sin derribar nada.

Erculano.