El "momento margarita"

El Mar de Cortés.

Algunos de ustedes ya me han oído hablar en diversas ocasiones, de los famosos “momento margarita” en los dos inolvidables viajes a Baja California México.
Brevemente les contaré que ambos fueron en el mes de febrero, -un placer pasar del invierno al verano de un día para otro- y en ése preciso momento es cuando las ballenas grises abundan mas en estas costas. El viaje se realiza en un gran auto con capacidad para ocho personas, desde Los Cabos hasta Bahía de los Ángeles, ida y vuelta, así se atraviesan los bastos desiertos de cactus, especialmente el desierto del Vizcaíno con sus enormes salinas y se visitan las lagunas donde las ballenas descansan, se alimentan, amamantan a sus crías y se reproducen.

Un margarita, -como bien saben ustedes- es el clásico cocktail mex;
tequila, Cointreau, zumo de limón y hielo picado. El borde de la copa se moja con zumo de limón y se pone boca abajo en un plato con sal.
Este es el modo clásico, pero en los supermercados de México venden unas botellas de estupendo margarita preparado, al que solo es necesario agregar hielo, y en este momento hay que decir que en Baja California el hielo se regala en las gasolineras.

Lago en el interior de la Isla Coronado.

El momento margarita fue instaurado en el preciso instante en que los viajeros llegábamos al atardecer a las costa del Mar de Cortés, ante el paisaje que pueden apreciar en la primera foto. El Compadre sacó la botella de las “hieleras” del carro de Fortunato y preparó unos margaritas que fueron el principio de una gran amistad que aún dura entre todos los miembros de ese grupo y que por supuesto se repitió al año siguiente. Allí fue ante el espectáculo de la caída del sol frente estas islas reserva de la biosfera, con nombres tan sugerentes como Las Ánimas, Salsipuedes o las mas grandes Isla Ángel de la Guarda e Isla Tiburón.

Bahía de los Ángeles.

Este momento álgido se repitió “con mucho gusto y singular alegría” -como dicen los camareros por allí- en el Motel San Ignacio de Guerrero Negro, en el jardín de la habitación de las chicas en el motel de Santa Rosalía a la luz de las velas y en pleno desierto, quedando demostrado así que la ingestión en cantidades pequeñas de este cocktail, propicia el acercamiento entre las personas, suprime filtros y cataliza el habla, gran motor de las relaciones personales.