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Lugar de encuentro. En un mundo donde cada vez hay mas pasajeros y menos viajeros. Todas las fotografías de este blog pertenecen a su autor, menos aquellas que así lo indican.

12.30.2005

Flower Power aporta

Volví ayer de Mercedes, a unos ciento y pico
kilómetros de Baires, un pueblo ke me adoptó desde chiki,
fue la puerta de entrada a Argentina para mis abuelos y mi vieja,
allí se instalaron en los años 50, huyendo de la posguerra italiana.
Campo y pampa,
¿hasta dónde se puede entrar en el bosque?
se puede entrar sólo hasta la mitad, porke después se
empieza a salir. Aplicado a la llanura pampeana, el
viejo acertijo tiene un plus de dificultad: no hay centro ni mitad
reconocible porke la pampa, sólo cercada por el horizonte,
en apariencia no empieza ni termina.
Lo sintieron como desafío o angustia, los ke llegaron
por agua desde otros lados, lo aceptan como natural
los ke ya estaban sin necesidad ni apuro de ser descubiertos,
y los ke después nacimos con el paisaje puesto.
Espacio infinito, sin referencias visibles, es lo más
parecido al mapa. E incluso en el mapa limita con otro
infinito, el equívoco río hecho mar sin aviso - verde contra azul-
o acaba con la convención de una línea punteada, trazada con regla,
ke corta ahí sin otra razón ke las soberanas ganas de no seguir más allá.

UN PAISAJE HECHO DE
POCAS COSAS, POBLADO DE AUSENCIAS...

Difícil de aceptar eso, cuando uno llega de la
ciudad, la maravillosa ciudad de Buenos Aires tampoco termina
en ninguna parte, se extiende como un mancha en el mapa.
La ciudad va y va hasta ke se cansa de crecer y okupar,
y ahí levanta la mirada. Lo ke ve, una línea horizontal bajita, con un cuarto
o menos de tierra por debajo; y el resto es cielo.
Antes de la ciudad y de todo, para orientarse, el
gaucho no dudaba: el cielo estaba más poblado ke la tierra.
En ningún lugar las estrellas bajan tanto y, simbolismo aparte,
el paisaje obliga, el infinito hace a la corta o a la larga, mirar para arriba.
En un principio no había nada arraigado ni sólido en
la pampa: hubo ke construir con barro y paja, y todo se caía. Ni piedras,
ni árboles, ni civilización en serio: los indios eran nómadas y el caballo
les subrayó la condición.
Los pueblos chicos y grandes de la provincia de
Buenos Aires dónde algunos porteños nos criamos los fines de semana,
han caído dónde están por orden del azar, como dados ke se detienen
sobre el paño verde. Están ahí, podrían correrse un poco más allá, da lo mismo.

Hay ke salir de las casas, de las calles, al día
abierto, a la noche cerrada, a las transiciones de todos los colores;
ALUCINANTE.

... y por un ratito pensé ke éramos la capital
celeste, los más ricos de arriba, la mayor reserva natural del cielo.

...y todo esto sin fumar nada raro....

.......HACÍA MUCHO TIEMPO KE NO ME DETENÍA A MIRAR EL
CIELO....

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